El carácter abrupto de la isla, la doble insularidad, los incendios, los volcanes, los temporales tropicales y la dureza de la vida en el pasado crearon una población fuerte, amable, unida y siempre dispuesta a colaborar. Es el enorme y conocido corazón de la Palma.
Gente humilde, colaboradora, de carácter afable que siempre abre los brazos y saben acoger, con un corazón gigante. Así es la gente de la isla de la Palma. Es el fruto de una población pequeña, repartida por todos los rincones de la isla y concentrada en sus dos núcleos principales: Los Llanos de Aridane y la capital, Santa Cruz de la Palma.
La doble insularidad, el hecho de ser una isla basada en el sector primario, ese carácter rural, plagado de naturaleza que tanto la identifica. Su orografía de escarpados barrancos y montes han forjado, desde tiempos pasados, a una población muy dura, fuerte y trabajadora.
En la actualidad observaremos una isla bien comunicada por diversas carreteras asfaltadas y bien realizadas. Pero esto no ha sido siempre así. No muchos años atrás, todo eran sendas y pistas sin asfaltar. Podrán todavía imaginar la extrema dificultad que suponía a los palmeros del pasado comunicar las diferentes poblaciones de la isla, las canalizaciones de agua por todo el territorio y construir esas casas de piedra en lugares casi imposibles.
Canales y kilómetros de tubo por difíciles barrancos, paredes de contención en los diferentes bancales de sus campos y sendas, caminos realizados a pico y pala en el pasado y curiosas construcciones en lugares con accesos muy complicados. A día de hoy podrán ver a esos trabajadores del plátano cargando piñas a la espalda y subiéndolas por las diferentes terrazas de sus campos situados, en numerosas ocasiones, en los difíciles barrancos de la isla.
Una población muy curtida y trabajadora que además siempre ha estado haciendo frente a las dificultades externas de la naturaleza. El daño de las tormentas, como el huracán Delta, las diferentes erupciones volcánicas, los temporales marinos y los tristes incendios.
Por todo ello y por ese carácter particular palmero, la gente de la isla de la Palma lleva el sello de la empatía, la bondad, el compartir y es muy reseñable ese sentido de la ayuda de unos con otros cuando la situación lo requiere.
Buena muestra de ello es cómo se actuó en esta última erupción volcánica. La actuación de los palmeros y palmeras ha sido un ejemplo ante los ojos de todo el mundo. Es el enorme corazón de la isla de la Palma, también conocida como la Isla Corazón.
✅ Así nos cuentan un día en la Palma José Luis y su familia 👍
José Luis nos comenta que lo que más le había impactado de la isla de la Palma eran las vistas existentes durante el pequeño sendero que discurre entre el Roque de los Muchachos y el mirador que hay en la punta. Nos comenta que el día estaba totalmente azul, ni tan siquiera una nube. Y que razón tiene José. En estas condiciones, las vistas desde el Roque son realmente impresionantes.
Aprovecharon el día para conocer la parte noroeste y que comenzaron con un cafecito en el Time, impresionados también por las vistas del Valle de Aridane desde ahí. Ana, entre risas, comenta que ya entendía el porqué llamamos así al barranco de las «angustias» (digamos que… no le apetecía mirar demasiado por la ventanilla del coche).
Pasaron la mañana conociendo Garafía, hicieron una paradita en los dragos, vistaron el mirador de Puntagorda y llegaron a su meta ese día: conocer Buracas, las cuevas hipies, hacer la senda de los dragos y algo que no se esperaban… toparse con una señora que hacía su propio queso, les invitó a pasar a su casa (como si nos conociera de toda la vida, comentan) y claro… salieron de ahí con un quesito recién ahumado y mucha información de primera mano acerca de Garafía, su tradición, sus historietas de antaño y los lugares preciosos que podrían visitar. ¡No vayan para el Roque, que eso está muy arriba! ¡Quédense por acá, que tienen lugares preciosos por donde caminar!
Nada de viento ese día, mes de agosto y… claro, tanta subida y bajada, recuerdan que pasaron calor. Quizás deberían haber madrugado una horita más, comenta la madre entre risas con sus hijos. 28 grados en pleno agosto no debería resultar caluroso a unos madrileños pero si… aquí el sol, si no hace viento, castiga duro.
Terminaron, contemplando las vistas impresionantes desde el Roque. No las olvidarán. Como tampoco olvidarán la frondosidad y el verdor, en pleno agosto, de las sendas de la Zarza. Pero esta familia siempre contará la calidad humana, la apertura y la simpatía de aquella garafiana que les abrió las puertas de su casa y les contó muchísimas cosas sobre la isla y sobre cómo las cosas habían evolucionado.
Por aquí, todavía podemos conocer a gente de Barlovento o de Garafía que quizás haya estado dos otres veces en su vida en los Llanos de Aridane. Gente mayor, que no conduce y que han dedicado toda su vida al campo. Gente sana, fuerte y con un corazón gigante que no han tenido la necesidad y/o la posibilidad de bajar al Valle para nada. Y gente del Valle o de Fuencaliente que no ha ido jamás a Garafía. Incluso gente que jamás ha cruzado el Time. Podría resultar extraño pero ya lo hemos mencionado varias veces, la Palma es un pequeño continente.